Gurú Servando Estrada Valero

Inteligencia, perseverancia, equilibrio, grandeza, fascinación, humildad, camino recto… ¿Cómo puede todo esto reunirse en una sola persona?
Desde que tengo memoria, el maestro Servando Estrada, tío Chano, o simplemente Tío, como quería que le llamáramos, Hermano para todos, estuvo ahí, como un modelo de trabajo bien hecho.
Mis padres siempre nos inculcaron a mis hermanos y a mi la conciencia de como hacer las cosas e ir más allá de la comodidad para darles un por qué y un para qué. Detrás de estas palabras, siempre la presencia de Tío, con quien mis padres vivieron vida de Ashram durante mucho tiempo.
El más feroz y digno guardián de las enseñanzas del Maestre Serge Raynaud de la Ferriere, el Hermano Servando nunca buscó la fama ni la riqueza material. Pero con la mirada serena y profunda, la columna vertebral siempre recta y un gozo sublime por la vida, dueño absoluto de su mismo, siempre mostraba una riqueza verdadera más allá de cualquier aspiración vana: la auténtica riqueza del espíritu.
Nunca aceptó ser gurú, aunque autodenominados gurús siempre tuvieran la necesidad de inclinarse ante su humildad. Era la más completa materialización de cada aspecto del Hatha Yoga. Con su disciplina logró sanarse de una fractura múltiple de la que los médicos decían que causaría que nunca volviera a caminar, o de un envenenamiento con hongos que logró superar con Badha Padmasana. No lo logró alterar ni siquiera el balazo que un asaltabancos lanzó contra el para asustarlo, y por el contrario, tal pistolero acabó inclinándose arrepentido.
Sin agonía, sin dolor, con completa paz trascendió como los grandes maestros. Vivió como quiso y así también se fue. Nos dejaste en tu vasto legado espiritual las dos más sencillas y profundas sabidurías que debían conciencia y voluntad que fueron la diferencia en tu vida : “¿por qué y para qué?”  y “si sí, sí. Si no, no.”  Hasta siempre Hermano Servando Estrada. Nikanka!

Juan Fonseca y familia.